
Carta del biólogo Salvador Donghi, miembro del Comité Científico de Expertos en Saneamiento (CES) y socio de Agencia Ciudad, leída en el homenaje póstumo realizado a la arquitecta y urbanista María Elena Ducci, a dos años de su partida.
Quién fuera el pilar que sostuviera el diálogo urbano, creando el CES a partir de la vinculación con las más importantes universidades locales, logrando a la postre la correcta inserción del primer proyecto de saneamiento realizado en el país, por la empresa Las Salinas, fue homenajeada por el grupo de colaboradores que desde la región de Valparaíso trabajaron bajo su impronta, para lograr que Viña del Mar recuperara una de las piezas urbanas más importantes de la ciudad.
El homenaje tuvo lugar en el Parque Cultural de Valparaíso (Ex Cárcel), el 28 de octubre pasado.
Por Salvador Donghi.
Hoy nos reunimos para honrar la memoria de María Elena Ducci Valenzuela, una mujer admirable, una maestra generosa, y una de las voces más lúcidas y comprometidas que ha tenido el pensamiento urbano chileno contemporáneo.
Su partida deja una huella imborrable en todos quienes tuvimos el privilegio de conocerla, de aprender de ella y de su visión sobre la ciudad y la vida, y de compartir conversaciones que no volverán.
Arquitecta formada en Santiago y doctora en urbanismo en México —país donde vivió y enseñó durante casi dos décadas—, María Elena conjugó con maestría la reflexión académica con la acción social. No concebía el conocimiento como un fin en sí mismo, sino como una herramienta para transformar la realidad y hacerla más justa. Desde los años noventa trabajó estrechamente con diversas organizaciones de la sociedad civil, como la Fundación Casa de la Paz, y fue fundadora y directora de la Corporación Ciudad Viva, desde donde impulsó procesos participativos que integraron la voz de la comunidad en la planificación urbana.
Su pensamiento quedó plasmado en dos publicaciones esenciales: “Conceptos básicos de urbanismo” y “Las batallas urbanas de principios del tercer milenio”. En ellas, María Elena nos invita a mirar la ciudad no como una suma de calles y edificios, sino como un organismo vivo donde se entrelazan historias, desigualdades, aspiraciones y sueños. Nos enseñó que el urbanismo no puede desvincularse de la experiencia humana, y que las ciudades solo se comprenden plenamente cuando se escuchan las voces de quienes ejercen la acción de habitar.
Pero María Elena fue más allá del urbanismo: fue una pionera en introducir la perspectiva de género en la reflexión sobre la vivienda y la planificación urbana. Con claridad, advirtió que la política pública —centrada en cifras y no en personas— había ignorado las diferencias de género y las desigualdades que éstas producen en el modo de habitar (tanto en el espacio público como privado). Denunció cómo la segregación territorial y la precariedad de la vivienda afectaban especialmente a las mujeres, evidenciando que el derecho a la ciudad debía ser, ante todo, un derecho equitativo e inclusivo. Discusión a que a partir de octubre del 2019 comenzó a ocupar un lugar.
También fue capaz de mirar donde pocos miraban: en las periferias urbanas, María Elena observó con lucidez cómo la expansión desigual de la ciudad generaba fragmentos urbanos que reflejan nuestras tensiones sociales más profundas y tan vigentes hoy, allí, donde surgen nuevos polos de desarrollo que comienzan a modificar la forma de habitar el territorio. Entre estos se identifican zonas residenciales de nivel medio y alto, áreas de vivienda social, o los nuevos “artefactos de la globalización”, nuevas zonas industriales y las conocidas “tomas”. Fenómenos que Maria Elena había anticipado, al igual que la ausencia del Estado en pensar en habitar. Así, ella supo ver el pulso humano de la ciudad: sus contradicciones, sus temores, pero también su tremenda capacidad resiliente.
De esa convicción —que el conocimiento debe dialogar con la vida y servir al territorio— nació el Comité Científico de Expertos en Saneamiento (CES), una de sus tantas creaciones. Una instancia interdisciplinar que reúne a académicos de diversas universidades regionales. Tenemos el honor de formar parte de ese espacio, inspirado por la visión de María Elena. Gracias a su impulso, el CES ha contribuido a establecer las bases de la biorremediación como herramienta de saneamiento ambiental, aplicada hoy en el paño de Las Salinas. Técnica validada por estamentos técnicos y judiciales, como el reciente fallo de Excma. Corte Suprema de Justicia de Chile. Ese resultado es, sin duda, una prolongación viva de su pensamiento: ciencia, ética y compromiso social en acción.
María Elena fue, y es una adelantada a su tiempo. Una mujer que pensó la ciudad desde el corazón de sus habitantes, que desafió las estructuras establecidas y que nos enseñó que la verdadera transformación comienza escuchando, comprendiendo y actuando con empatía, ejercitándonos en el “mundo de la vida”.
Hoy la recordamos con gratitud, con respeto y con profunda admiración. Su legado trasciende las páginas y los planos; vive en las ideas, en las personas y en los proyectos que siguen su senda.
María Elena nos enseñó que toda ciudad, como toda vida, puede rehacerse desde la esperanza.

Homenaje a María Elena Ducci, Parque Cultural de Valparaíso, octubre de 2025. Foto: Gonzalo Undurraga.
