Imagen portada: la Sala de la Sinfónica Nacional. Foto: Gonzalo Undurraga.

Foto: Gonzalo Undurraga.
Tuvimos el honor de asistir a la inauguración de la Sala Sinfónica Nacional, en el Complejo VM20 de la Universidad de Chile, en una noche cargada de simbolismo, respeto, cultura y sentido republicano. Todo a metros de Plaza Italia, en Avenida Vicuña Mackenna número 20, lugar donde hasta hace diez años se emplazaba un terreno propiedad de la universidad prácticamente abandonado.
En la ceremonia, encabezada por el Presidente Gabriel Boric y la rectora de la Universidad de Chile Rosa Devés, los asistentes pudimos disfrutar de una extraordinaria presentación de la Orquesta Sinfónica Nacional dirigida por Max Valdés y el Coro Sinfónico de la Universidad de Chile, preparado por su Director Artístico Juan Pablo Villarroel, quienes interpretaron la Obertura Festiva del compositor chileno Juan Orrego Salas (1919 – 2019) y la Novena Sinfonía de Beethoven. Pero también compartimos por cierto un sentimiento de vitalidad urbana, al presenciar la magnificencia de la sala, con capacidad para mil espectadores, parte de un edificio de 32 mil metros cuadrados cuyo programa es compartido entre la Facultad de Gobierno, el Instituto de Estudios Avanzados en Educación, el Instituto de Estudios Internacionales y el Centro de Extensión Artística y Cultural (CEAC).
Jorge Iglesis, gran arquitecto y autor de la obra, nos contaba las típicas complejidades sobre decisiones tomadas en los casi diez años que duró el proyecto. Sin embargo y tal como dijo el Presidente Boric rememorando sus años como estudiante de la Escuela de Derecho, ese terreno fue una eterna promesa para un proyecto que nunca arrancaba, como tantos otros en Chile. En plena “zona cero”, las obras superaron el estallido de octubre de 2019 y luego la pandemia del Coronavirus y por lo tanto superadas tantas complejidades cabe la reflexión sobre el mérito de las tres rectorías que pudieron impulsar, darle continuidad y recursos para sacar adelante el proyecto.

Los arquitectos FAU Jorge Iglesis y Alberto Texidó. Foto: Gonzalo Undurraga.
La importancia radica no solo en que es la primera sala a nivel nacional de éstas características, lo que sin duda permite a los músicos de la sinfónica alcanzar el estándar técnico que merecen dada la gran trayectoria del conjunto en la historia de nuestro país. La trascendencia de este edificio es que es un aporte de la Universidad de Chile a la zona más dañada durante los violentos episodios ocurridos a fines de 2019 y principios del 2020. La quema del Cine Arte Alameda y el Museo Violeta Parra, ambos a pocas cuadras, simbolizaron la irracionalidad con la que se destruyó parte de nuestro patrimonio cultural del enclave urbano más importante del país.
El VM20 tiene 32.000m2, lo que supone una carga de uso que es un aporte para la revitalización del entorno. Tal como lo expresó el Presidente Boric “llevar el conocimiento, la cultura y las artes más allá de las aulas es construir y hacer patria”. Y comenzar por la llamada “zona cero” es un gran hito urbano, histórico y republicano. Felicitamos a la Universidad de Chile por el aporte arquitectónico, cultural y urbano que ha logrado concretar con la inauguración del VM20, algo que junto a la remodelación de Plaza Baquedano permitirá integrar espacial y socialmente a los habitantes de la capital.

La antigua fachada de la Escuela de Química y Farmacéutica de la Universidad de Chile, recuperada en el nuevo proyecto. Foto: Gonzalo Undurraga.