El (paso) bajo nivel del Paseo Bandera

Por Gonzalo Undurraga

La discusión sobre calle Bandera, en el centro de Santiago, se entroniza al cruzarse la visión del alcalde de la comuna, Mario Desbordes, y la del gobernador regional Claudio Orrego. La del primero se hace cargo de un deterioro manifiesto producto de una intervención transitoria – la del denominado urbanismo táctico -, con el argumento de mejorar la conectividad reincorporando la circulación de locomoción colectiva (con la anuencia del Ministro de Transportes Juan Carlos Muñoz), mientras que la del segundo se apoya en el proyecto de remodelación Nueva Alameda, que considera consolidar con una galería comercial la peatonalización actual del paso bajo nivel.

Ambas visiones contrapuestas se verifican al existir dos programas aparentemente incompatibles, el del transporte público y la peatonalización, ya que en la práctica no podrían coexistir en el punto más controversial y complejo, el paso bajo nivel.

Vista actual del Paseo Bandera, a la altura del paso nivel bajo la Alameda. Foto: Gonzalo Undurraga

La idea de intervenir peatonalizando la calle Bandera proviene de la administración del alcalde Felipe Alessandri (RN) y obtuvo el Premio Proyecto Urbano Público (2018), lo que en su momento sería motivo de orgullo para el entonces Intendente de la Región Metropolitana y actual gobernador Claudio Orrego. La idea de peatonalizar una calle (independiente del tipo de intervención), se asocia al mejoramiento de la calidad de vida, la sustentabilidad ambiental, la vitalidad urbana y una serie de conceptos que se relacionan en primera instancia con el urbanismo táctico, lo que en definitiva se adopta en el caso de calle Bandera como un acierto de innovación urbana que combina todo lo anterior, lo que sin embargo carecía de proyección hacia el futuro, sobre todo si consideramos los eventos del “estallido – pandemia”.

Esto trajo dos problemas.

El primero, es que el urbanismo táctico es temporal. Se trata de intervenciones que modifican los hábitos de uso del espacio público, como por ejemplo reemplazar la circulación de automóviles y locomoción colectiva para instalar artefactos, mobiliario, canchas para la práctica deportiva o cualquier cosa que permita una provocación urbana. Es decir que genere una percepción distinta sobre las opciones que hay para habitar, recorrer, observar la ciudad. Pero como lo dice el nombre, es una táctica para avanzar en una estrategia y por lo tanto se entiende que es temporal. Las intervenciones del Paseo Bandera, con sus colores de altísimo efecto en la percepción ciudadana, no fueron realizadas con un plan que les permitiera prolongar su vida útil y por el contrario, su deterioro fue en detrimento paulatino de la vitalidad (comercial y social) que provocó en un principio.

El segundo problema es que peatonalizar una calle que contiene en un tramo un paso bajo nivel es un desafío mayor. Si este paso es bajo nivel de una avenida con el perfil de la Alameda, es prácticamente imposible que no se convierta en un antro. Y ese es el estado actual del Paseo Bandera en ese tramo. El de un pasivo urbano.

Peatonalizar una calle o avenida puede ser un aporte sustantivo para la regeneración de un barrio, comuna o ciudad. La idea de reconvertir una estructura vial en un paseo o en un parque, puede establecer un cambio tan radical que puede incluso llegar a provocar la expoliación de habitantes y usos de su entorno, generando plusvalías que pueden ser complejas de gestionar. Un caso extremo es el del High Line en Nueva York, una vieja línea de tren en desuso que cruzaba sobre un viaducto una zona deprimida de la ciudad, que fue transformada en un parque lineal, generando un proceso de renovación urbana que terminó por reemplazar viejos edificios y habitantes por lujosos condominios, galerías y museos.

Una de las primeras peatonalizaciones conocidas es la que realizó el alcalde de Curitiba Jaime Lerner en 1972, lo que fue un escándalo en un principio para los automovilistas, pero a la postre significó un éxito comercial y de popularidad para el alcalde arquitecto, que prosiguió con sucesivas transformaciones en la ciudad hasta terminar inventando un paradero tubular, dibujándolo en una servilleta, lo que dio pie al diseño del Bus Rapid Transit (BRT), pero esa es otra historia.

Hoy la polémica en Santiago da cuenta de una falta de coordinación crónica, entre el municipio, la gobernación y el MTT. Con recursos entregados para el diseño del Eje Alameda, planos ya realizados para la implementación de una galería comercial en el paso bajo nivel, donde la irrupción del Sistema Red de buses borraría con el codo lo que el entonces Intendente y hoy Gobernador, Claudio Orrego, ha invertido para consolidar el Paseo Bandera, en su encuentro con una Alameda remozada y vibrante.

Por otro lado, el comercio a través de su principal gremio brega porque se restablezcan los buses porque el estado actual del paseo terminó por aniquilar la idea de la peatonalización y se asume que el paulatino cierre de locales que se demuestra con la alta vacancia actual se puede revertir, de incorporar flujos gracias a una línea, cuyo nuevo recorrido por lo demás, se calcula ganaría siete minutos.

Y combinar ambas cosas es pretender que un bus funcione como un tranvía, lo que es muy discutible. Pero con un paso bajo nivel de por medio, un maridaje de transporte público y peatonalización a primeras simplemente no funciona.

El Paseo Bandera alimenta así un interesante debate, donde la opinión de vecinos y usuarios en general debería ser tan importante como la de arquitectos y urbanistas. La experiencia de recorrer una calle con tanta historia, relevar sus fachadas, abrir su comercio y generar la circulación mixta entre trabajo y ocio entre sus distintos edificios e instituciones es un activo en la percepción ciudadana que no se puede desvalorizar y eso es algo que sí logró la intervención de esta calle.

El paso nivel podría ser entonces – al modo del paradero tubular que Lerner dibujara en una servilleta – la cápsula perfecta que destrabe el conflicto. Habrá que establecer un diseño que integre las visiones, lo que siempre es posible cuando hay voluntad política.

Así, esta historia continuará y llegará a un buen final siempre y cuando las líneas de comunicación entre el gobernador Orrego y el alcalde Desbordes y sus asesores funcionen, ocupen los buenos oficios, buenos diseños y sobre todo el sentido de pragmatismo que requiere una solución de este tipo en un sector cuya historia reciente no aguanta improvisaciones.

El urbanismo táctico, que levanta pasiones y provoca reflexiones “fuera de la caja”, en este lugar sirvió, pero ya fue.

Paseo Bandera. Foto: Gonzalo Undurraga.

¿Quieres compartir tus ideas en nuestro blog?

Invitamos a profesionales, académicos y especialistas en temas urbanos y habitacionales a contribuir con artículos y columnas de opinión para enriquecer el debate sobre el desarrollo territorial.

Scroll to Top